El 21 de Agosto de 2007 empezamos un viaje para recorrer algunos países de Sudamérica: Brasil, Bolivia, Perú, Chile, Argentina y Uruguay. Hemos creado esta bitácora para ir anotando las cosas que pasan a espectadores como usté.
Habrá dos territorios separados: uno lleno de lo que Ana haya visto y el otro no.

Que lo sepas...

“Durante mucho tiempo estuve pensando que la vida, la vida de verdad, estaba aún por empezar. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que debía solucionarse en primer lugar, algún asunto inacabado, ocupaciones, deudas por pagar. Finalmente me di cuenta de que todos esos obstáculos eran mi vida. Esta forma de ver las cosas me ha enseniado que no existe un camino hacia la felicidad. La felicidad es el camino. Así que valora cada momento que vivas y recuerda que el tiempo no espera por nadie. La felicidad es un viaje, no un destino." (Souza)

XLIV (02/10/07) Potosí, BO

Potosí, Bolivia
Ana parece estar mucho mejor, así que atacamos con ilusión el primero de los objetivos del día: el Convento de Santa Teresa. Se trata de un interesante museo en el que resulta sencillo hacerse una idea de cómo vivían las "monjas pijas" de la época colonial. A medida que avanza la visita guiada (unas dos horas, en total), el frio se nos va metiendo en el cuerpo y Ana vuelve a encontrarse mal del estómago. Había desayunado un té de coca y parece que el antibiótico no asentó bien sobre lecho tan flojo. Regresamos al hotel y Anita se acuesta, algo aplanada e inapetente, e intenta dormir un rato. Yo paseo hasta la parte alta de la ciudad y voy al museo de la Casa de la Moneda. Muy interesante, pero las visitas tambièn son guiadas (a la fuerza) y eso te obliga a ver cosas que pasarías por alto y, en cambio, a no poder detenerte con calma en aquello de tu interés.
A Ana el descanso le sienta bien y volvemos a dar un paseo a última hora de la tarde, con rica cena incluída.
-Luis, desgarbado suplente con pocas horas de entrenamiento-

Cavando (foto perdida)
Potosí es un cajón desordenado lleno de cosas hermosas. El centro de la ciudad mantiene algo la compostura, pero al ir alejándonos (especialmente hacia el barrio alto de los mineros), muchas calles aparecen sin pavimentar y muchas casas de adobe, a punto de colapsar como un universo en retroceso.
Metidas dentro de una larga zanja, que tapa de ellas algo más arriba de su cintura, una mujeres quechuas, con su vestido tradicional, cavan con gran energía, ahondando la brecha. El empedrado del resto de la calle está completamente levantado. Su sombrero apenas se balancea. Sus faldas de color osuro, de tablas, dejan ver una enagua blanca al agacharse.
No parecen contentas y no parecen tristes.
Me quedo con la duda de si será un trabajo remunerado o una tarea comunal.
-Luis-

1 comentario:

Anónimo dijo...

por lo que leo parece que Ana no se encuentra bien.Sopesarlo y si es necesario desistir de este tramo del viaje por muy interesante que se presente.La salud es lo primero