Salvador de Bahía, Brasil
El viaje en avión, como todos los viajes largos, fue un poco agobiante. Yo vi tres películas malas, malas que aún así ayudaron a que el tiempo pasara rápido.
Cuando llegamos a Rio fuimos a la cinta de equipajes por si salía el equipaje por equivocación, pues estaba facturado para Salvador. Parece que ya nos olíamos que algo iba a pasar pues las mochilas no aparecieron, no porque fueran directas al destino final, si no porque nunca habían salido de Madrid. Hicimos la reclamación y fuimos a agarrar el siguiente vuelo, nos ahorramos el tener que declarar en la aduana, todo tiene su lado positivo...
En Salvador nos esperaba un taxista con nuestro nombre en un cartel y nos llevó al hotel. La primera impresión del hotel fue horrible, la calle tenebrosa y solitária parecia imposible que formara parte de todas las fotos que habíamos visto de Salvador. Creo que ya nos habíamos desacostumbrado a lo cutre, después de casi un anio y médio en el super complejo Iberostar 5 estrellas, es difícil no hacerlo. El caso es que cuando amanece todo se ve de otro color y en este caso no fue diferente.
-Ana-
SALIDA
Un salto de 6927 km y un cacho.
- Luis -
Que lo sepas...
“Durante mucho tiempo estuve pensando que la vida, la vida de verdad, estaba aún por empezar. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que debía solucionarse en primer lugar, algún asunto inacabado, ocupaciones, deudas por pagar. Finalmente me di cuenta de que todos esos obstáculos eran mi vida. Esta forma de ver las cosas me ha enseniado que no existe un camino hacia la felicidad. La felicidad es el camino. Así que valora cada momento que vivas y recuerda que el tiempo no espera por nadie. La felicidad es un viaje, no un destino." (Souza)
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