Nos recogieron a las ocho y después de hora y media recorriendo hoteles de La Paz en busca de los demás clientes, nos vamos a las ruinas de Tiwanaku. Ya íbamos un poco cabreados por el madrugón inútil que nos pegamos, cuando pinchamos una rueda. Una hora para repararla y cambiarla. Nuestros planes de la tarde, al traste. En Bolivia es casi imposible hacer planes, si no es por un corte en la carretera, es porque los horarios de los sitios cambiaron justo ese día o es porque no abre un museo porque se durmió el responsable.
Los tiwanaku fueron una cultura que vivió durante casi tres mil años en esta zona y llegaron a expandirse por Perú, Ecuador, Chile y Argentina. El museo muestra toda su evolución y el campo arqueológico (todavía en excavación) muestra los restos de varias edificaciones.
Volvemos a La Paz una hora y media tarde. Mientras Luis se fue al Museo Nacional yo voy a comprar la comida de mañana. Una gran odisea para comprar queso en lonchas.
Repetimos certamen de cine y vemos una película venezolana de lo más mala. Aguantamos, pero no hasta el final.
-Ana-
Cordillera Real
De camin0 a Tiwanaku seguimos, a una interesante distancia, la evolución de la magnífica Cordillera Real. Entre nubes densas, algodonosas y persistentes se destacan algunos de los picos de mayor envergadura de Bolivia: Illimani, Mururata, Huayna Potosí, Chacaltaya,...
El horizonte, a lo largo del lado derecho de la carretera, está dominado por las poderosas formas de estas montañas, todas ellas tocadas en sus partes altas por nieves perpetuas que, como si de canas se tratase, les proporcionan respetabilidad y sabiduria.
La evolución de las nubes en torno a ellas semeja un juego y resulta difícil verlas bien definidas. Sus formas, al contrario que las de las montañas, cambian constantemente, empujadas a un lado y a otro por vientos gélidos e impetuosos.
A cada mirada, la cordillera te enseña una cara diferente, quizá para que no vuelvas la vista nunca, quizá para hipnotizarte.
-Luis-
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