El 21 de Agosto de 2007 empezamos un viaje para recorrer algunos países de Sudamérica: Brasil, Bolivia, Perú, Chile, Argentina y Uruguay. Hemos creado esta bitácora para ir anotando las cosas que pasan a espectadores como usté.
Habrá dos territorios separados: uno lleno de lo que Ana haya visto y el otro no.

Que lo sepas...

“Durante mucho tiempo estuve pensando que la vida, la vida de verdad, estaba aún por empezar. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que debía solucionarse en primer lugar, algún asunto inacabado, ocupaciones, deudas por pagar. Finalmente me di cuenta de que todos esos obstáculos eran mi vida. Esta forma de ver las cosas me ha enseniado que no existe un camino hacia la felicidad. La felicidad es el camino. Así que valora cada momento que vivas y recuerda que el tiempo no espera por nadie. La felicidad es un viaje, no un destino." (Souza)

LXIV (22/10/07) Cuzco, PE

Cuzco, Perú
Vamos a cerrar con la mujer del taxista, que trabaja en una agencia, todo el paqueta a Machu Picchu. Los detalles os los contará Luis más adelante.
Fui al médico, pues sigo con un poco de fiebre desde hace unos días. Parece que es alguna infección del estómago.
Comemos con vistas a la catedral y yo me voy al hostal (por cierto, ahora estamos en uno en plena Plaza de Armas) y Luis se va a ver las ruinas del Qorikancha que hay en medio de la ciudad. Cuzco es como Roma, pero con incas.
Al anochecer vamos a un teatro a ver un espectáculo de danza tradicional. Lo mejor, el vesturario, que cambiaba según el lugar de procedencia de la danza.
-Ana-

El Golpe
A través del taxista que el primer día nos llevó al hotel, contactamos con su mujer, que arregla estancias baratas en Machu Picchu, con visita incluída al Valle Sagrado de los Incas. Todo ello, comparado con las tarifas de las agencias, es barato y más completo. Ayer domingo, día muerto, nulo e insulso para los peruanos y los turistas, hablamos con ella y nos pareció ¨de fiar¨. Quedamos en vernos hoy por la mañana en ¨su agencia¨. Nos costó encontrarla porque estaba situada detrás de un portón metálico como de garage. Cuando llegamos había tres o cuatro personas allí, trabajando. Todo parecía de postín. Se entraba a la oficina a través del salón de una casa particular. Una señora gorda, que parecía dirigir la orquesta, nos deleitó con el conteo reiterado de un fajo enorme de dólares (a mí se me vino a la mente como relámpago, el taxi de Sta. Cruz), otro muchacho enredaba con el ordenador y respondía con monosílabos al teléfono, otra chica jugaba con las máquinas de pago con tarjeta. Yo recorría una y otra vez el antro en busca de la prueba definitiva que me empujara a levantarme de la silla e irme con Anita de la mano a una agencia "oficial". Repasaba, a pesar de que no era capaz de leerlos en la distancia, los diplomas y certificados colgados en la pared. Analizaba todos y cada uno de los papeles, de los folletos, de los posters a la caza del gazapo, del primero de los siete errores.
Marianela, la dulce esposa del taxista, una persona sin gas, llegó antes de que mi capacidad detectivesca encontrara indicios de delito, pero eso no me espantó la mosca. Tampoco ayudó el hecho de que ninguno de los escritorios fuera suyo y que nos llevara a la sala contigua, el salón de la casa de alguien, a explicarnos las condiciones del tour.
A pesar de las dudas seguíamos adelante: nos interesaba el bajo precio y queríamos creer que aquella cara no podía esconder un carácter latino como el de Paul Newman en El Golpe. Aún así el recuerdo de esa película nos acompañó durante todo el día. El manual más básico de normas de seguridad para turistas en el Cuzco dice, en su primera regla, "no contratarás tours con gente de la calle".
-Luis-

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