Nueve horas de viaje a Lima. Cambiamos de autobús y otras cuatro horas a Pisco, donde sucedió el terremoto de Agosto. Llegamos a las doce de la mañana. Nos dejaron en la Panamericana y ahí nos recogió un taxi porque el acceso a la ciudad está limitado para autobuses. Las casas que vemos desde el taxi están destrozadas. Hay tiendas de campaña y carpas por todas partes. Ingenuamente habíamos pensado que todo estaría en un estado más avanzado de reconstrucción.
El hotel lo encontramos por internet y lo reservamos por teléfono. Lo que no sabíamos era que casualmente era uno de los pocos que seguían en pie.
Dejamos las cosas y fuimos a buscar un sitio para comer. Sólo había un restaurante vivo. Por supuesto, comimos en él.
Paseamos y todo parecía en estado de guerra. Los hospitales son de campaña, las casas prefabricadas, escombros por todas partes. Las iglesias están derribadas y bajo los escombros de una de ellas ciento cuarenta personas murieron mientras estaban en misa.
Después de tres meses no hay rastro del alcalde ni de las ayudas monetarias. La gente está descontenta y desilusionada, mientras, viven en la calle sin agua ni luz.
La ciudad no puede ofrecer mucho a los turistas, así que mañana nos iremos.
-Ana-
No hay comentarios:
Publicar un comentario