Después fuimos directos al aeropuerto y montamos en una avioneta con capacidad para cuatro personas (incluido el piloto). Parecía un juguete, parecía imposible que eso tan pequeño pudiera volar. Para mi fue una experiencia más emocionante el paseo en la avioneta que la vista de las lineas. Cada vez que avistábamos una de las famosas figuras, el piloto se acercaba y la sobrevolaba varias veces dando vueltas sobre ella. Esas bajadas y vueltas dejaron mi cabeza y mi estómago como una batidora.
Las lineas en sí mismas me decepcionaron un poco. No se veían tan claras como yo pensaba y las dimensiones desde arriba no se aprecian demasiado. Creo que al verlas tantas veces en libros y documentales les restó encanto.
De ahí nos llevaron a ver un taller de cerámica artesanal, donde realizan réplicas exactas de las piezas originales de la cultura Nazca. Utilizan los mismos procedimientos y materiales que los antiguos, incluso restauran piezas para museos. No nos pudimos resistir y compramos un recuerdo. También visitamos un ingenio donde se realiza el rescate del oro de las rocas extraidas en las minas.
Rápido recogimos las cosas del hotel, comimos y otro autobús hasta Arequipa, último destino de Perú.
-Ana-
Colibrí
2 comentarios:
A nosotros la plaza de Arequipa no nos dice mucho, que digo mucho, no nos dice nada ,pero lo que sí nos dicen mucho son esos terremotos que os rodean y de los que según la cabeza y el corazón de tu madre deberíais alejaros ya.dori
Yo soy tan ignorante que eso de las líneas no me dicew nada, ahora que veo las fotos deduzco que son figuras trazadas por no se quien y con no se que fin y que desde el aire se aprecian. Un abrazo Dori
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