El 21 de Agosto de 2007 empezamos un viaje para recorrer algunos países de Sudamérica: Brasil, Bolivia, Perú, Chile, Argentina y Uruguay. Hemos creado esta bitácora para ir anotando las cosas que pasan a espectadores como usté.
Habrá dos territorios separados: uno lleno de lo que Ana haya visto y el otro no.

Que lo sepas...

“Durante mucho tiempo estuve pensando que la vida, la vida de verdad, estaba aún por empezar. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que debía solucionarse en primer lugar, algún asunto inacabado, ocupaciones, deudas por pagar. Finalmente me di cuenta de que todos esos obstáculos eran mi vida. Esta forma de ver las cosas me ha enseniado que no existe un camino hacia la felicidad. La felicidad es el camino. Así que valora cada momento que vivas y recuerda que el tiempo no espera por nadie. La felicidad es un viaje, no un destino." (Souza)

XCI (18/11/2007) Arequipa, PE

Arequipa, Perú
Llegamos a la una de la mañana a Arequipa. Nos acostamos y cuando estábamos casi dormidos comienzan a sonar las ventanas. Empezaron a temblar los critales y la cama se movía. Luis y yo nos despertamos del todo. Yo me abracé a él y en décimas de segundo, teniendo en cuenta que habíamos estado en Pisco y el reciente terremoto en Chile, pensé que era el comienzo del fin. Pronto todo volvió a la normalidad. Entonces nos planteamos qué habríamos hecho en caso de un temblor mayor. Yo me dormí, cagada de miedo. Por la mañana pensamos que quizá habíamos exagerado y simplemente había sido un camión grande pasando por la calle, pero no era un camión. Más tarde confirmamos que había sido realmente un temblor.
Desayunamos en la terraza del hostal, al solecito, y salimos a pasear. Arequipa es una ciudad hermosa, con muchas casonas de la época colonial, de balcones corridos, pisos muy altos y construida con piedra sillar color blanco. La plaza no acaba de ser bonita. Es grande y poco acogedora. Dedicamos la mañana a caminar con calma. Compramos comida y la comimos en la azotea del albergue, viendo la ciudad desde arriba. Después, como un domingo cualquiera, nos tiramos en la cama a ver una película en la tele, no todo va a ser cultura.
Salimos por la noche a cenar.
-Ana-

Una plaza
A veces, muchas veces, resulta difícil determinar qué hace de un sitio un lugar agradable o qué lo vuelve frío, incómodo, desangelado; qué te empuja a estar un rato más o qué mano invisible te levanta por la solapa de la chaqueta y casi te obliga a marcharte.
La Plaza de Armas de Arequipa está presidida por una catedral algo chata, con dos torres demasiado alejadas entre sí, que ocupa todo el lateral norte. Los otros tres lados, quizá en un abuso de la simetría, están poblados de dobles arcadsas que sólo se diferencian en los locales que alojan. En el centro, árboles jóvenes proporcionan algo de sombra. La mayoría de los bancos miran hacia el exterior y unos pocos hacia la fuente central que, con pretensiones de lago, ocupa un espacio quizá excesivo.
Hemos estado en esta plaza por la mañana, por la tarde y por la noche y nuestros pasos siempre han terminado siendo cortos. Una cierta fuerza centrífuga nos iba alejando, primero de la fuente, luego de los bancos y árboles, para finalmente obligarnos a cruzar la calle empedrada y refugiarnos bajo los amplios soportales. Aquí parece que la fría simetría se rompe un poco y que los fijos ojos de los arcos que todo lo rodean y todo lo quieren conocer no son tan inquisitivos.
¿Y a ustedes? No se queden callados y, por favor, ayúdennos. A ustedes, ¿qué les parece la Plaza de Armas de Arequipa?

Piedra
Creo que son las canteras de las laderas del volcán Chachani las que contribuyen a la belleza de la Ciudad Blanca de Arequipa. De ellas se lleva extrayendo la piedra fundamental de esta ciudad desde hace casi quinientos años. Los edificios coloniales, grandes casonas y enormes e imponentes palacios de una sola planta tienen características arquitectónicas propias, especialmente elegantes: sobrios y sólidos muros corridos con ventanas grandes en los pisos inferiores y pequeñas a mayor altura; patios sombríos y sin corredores; tejados planos.
La nobleza de la piedra arequipeña nace de su imperfección (está llena de huecos y pequeños poros, de manera similar -en la lógica distancia- al mármol travertino) y de su amabilidad con el cincel (favoreciendo la creación de esas portadas barrocas que salen de la nada, de la línea pura que riza como un golpe de aire antes de una tormenta).
Es una piedra extraña: cálida al tacto y fresca a la vista, blanda para su trabajo y sólida ante los terremotos.
-Luis-

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque no escribamos, os leemos atentamente y agazapados desde la sombra. No nos perdemos ningún capitulo del culebrón. Muchos besos, Miguel.