Por suerte sólo somos doce ingenuos (pues este trayecto de la Ruta 40 es un poco caro) en un autobús de cincuenta plazas.
Fueron trece horas de trayecto de muy variados paisajes: el lago Nahuel Huapi y los bosques de coníferas que lo rodean; un gran valle de álamos, unos cien kilómetros más al sur y pura patagonia, sin vegetación apenas, sólo algún arbusto.
La carretera cruza en línea recta sin una curva por kilómetros y kilómetros. Hicimos varias paradas cortas en alguna gasolinera de algún pueblo perdido. Llegamos a Perito Moreno -pueblo- donde estaba todo cerrado pues hoy, aunque no nos acordamos en todo el día, es Navidad. Sólo una heladería con dos ordenadores estaba abierta. Gracias a eso pudimos acabar de planificar el viaje hacia el sur.
Compartimos cuarto con un chico vasco y con una alemana. No es muy agradable.
-Ana-
Literatura y Patagonia
La Patagonia Argentina es algo así como una glamourosa diva, todos la desean pero termina durmiendo casi siempre sola. Su esencia más fundamental, en la que enraízan sus endurecidos arbustos o de la que nace ese viento que sopla casi sin volutas, es contradictoria. Como todo lo contradictorio, también es literaria.
Las librerías argentinas y chilenas están salpicadas por un chaparrón patagónico que nace en los históricos relatos de aventureros encallecidos, sigue con expediciones militares y científicas y finaliza en multitud de cuentos y leyendas sobre los pueblos que la poblaron.
La marca “Patagonia” vende por sí sola.
-Luis-
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