El 21 de Agosto de 2007 empezamos un viaje para recorrer algunos países de Sudamérica: Brasil, Bolivia, Perú, Chile, Argentina y Uruguay. Hemos creado esta bitácora para ir anotando las cosas que pasan a espectadores como usté.
Habrá dos territorios separados: uno lleno de lo que Ana haya visto y el otro no.

Que lo sepas...

“Durante mucho tiempo estuve pensando que la vida, la vida de verdad, estaba aún por empezar. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que debía solucionarse en primer lugar, algún asunto inacabado, ocupaciones, deudas por pagar. Finalmente me di cuenta de que todos esos obstáculos eran mi vida. Esta forma de ver las cosas me ha enseniado que no existe un camino hacia la felicidad. La felicidad es el camino. Así que valora cada momento que vivas y recuerda que el tiempo no espera por nadie. La felicidad es un viaje, no un destino." (Souza)

CXXX (28/12/07) El Chaltén, AR

El Caltén-El Calafate, Argentina
Cuando nos despertamos nos dimos cuenta que habían sido ocupadas las dos camas sobrantes. Había dos chicos profundamente dormidos con sus cosas por el suelo y nosotros ni nos enteramos.
Recogimos todo y fuimos a dar otro paseo, de unas tres horas, hasta una cascada. Fue nuestro primer encuentro con el insoportable viento patagónico. Aunque el día anterior habíamos sufrido esporádicos remolinos, no se pueden comparar al soplo continuado de hoy. Desde la parte alta de la catarata el río era el gran protagonista. Las fotos podrán describir mejor que yo los paisajes que vimos.
Viajamos cuatro horas hasta llegar a nuestro destino a través de la Patagonia y su encanto. El Calafate es como El Chaltén, pero más grande. Antes de ir al hostal nos informamos de varias cosas, compramos el billete hacia Puerto Natales para el día 31. Compramos comida para la cena y sacamos dinero. Cuando íbamos caminando unos perros callejeros, jugando o peleando, se vinieron a toda velocidad contra mí. Me empujaron, me caí sobre Luis y me torcí fuertemente un tobillo. Cuando me incorporé no podía apoyar el pie en el suelo, del dolor. Poco a poco fui pudiendo moverme. El dolor seguía aunque más leve y sin hinchazón. Preparamos la cena como si estuviéramos en nuestra casa (estamos en una cabaña-apartamento). Es increíble cómo se echan de menos las cosas más insignificantes.
Me acosté con la esperanza de que al día siguiente el pie estuviera bien.
-Ana-

Mr. Maurice
Hoy hemos recibido un email inesperado, extraño y vitalista; uno de esos correos que, además, te puede cambiar la vida o al menos te deja con la sensación de que el destino es en realidad una curva cerrada, larga, detrás de la cual no sabes qué se esconde.
Hace unas semanas, cuando estuvimos en Cabanaconde, cerca de Arequipa, conocimos a un inglés algo excéntrico. Viajaba solo y debía de tener unos 68 o 70 años, aunque su físico fibroso y elástico sólo los anunciara en un susurro. Sus movimientos y su indumentaria destilaban una elegancia lenta y algo jirafuna. Era bastante hablador y mientras estuvimos con él, una larga mañana esperando ver aparecer los ansiados condores, nos chapurreó en un castellano con bajadas, subidas y rellanos, algunos episodios de una vida llena también de altibajos y emociones. Desde hacia unos años ya sólo se dedicaba a viajar, con tiempo y lentitud, tratando de vivir en primera persona todo lo que desde su juventud había leído y, por distintas causas, no había podido hacer nunca.
En su correo nos decía que había sufrido una caída al bajar al fondo del cañón del Colca (dos dás después que nosotros) y se había roto los ligamentos cruzados de la rodilla derecha. También cuenta con detalle la aparatosa subida, en una especie de camilla enganchada a una mula cuya parte trasera sostenían a turnos varios porteadores.
Llegó a Londres y su médico no fue nada optimista sobre las posibilidades de recuperación a su edad. Al menos, le dijo, no en un plazo corto. La posibilidad de caminar sin la ayuda de un bastón, en todo caso, se la pintó lejana, casi un punto en el horizonte.
Ya la tristeza parece que había pasado y ahora estaba en la fase de resignación,
casi llegando a la de esperanza. Pero había algo que tenía claro: a pesar de no poder viajar seguiría viajando; lo haría de otra forma, pero lo haría.
Para no alargar el cuento, nos propone que viajemos para él. Tendríamos que seguir la ruta que él marcase y, diariamente, remitirle un correo relatando con todo detalle la jornada anterior. Él correría con los gastos y además nos daría un pequeño sueldo de 300 euros. Aún es consejero delegado en dos empresas petroleras, lo que le asegura, como suele decirse, un buen pasar mientras viva.
Como no somos sus únicos candidatos -escogerá sólo una pareja- nos propone una especie de ejercicio para poder elegir. En nuestro caso tenemos que hacer un recorrido en barco por el sur de Chile.
Deseadnos suerte.
-Luis-

1 comentario:

Anónimo dijo...

La envidia nos corroe. Recordamos las navidades que pasamos por esas tierras. Que buenos recuerdos. Un fuerte abrazo y cuidado con los tobillos.

Ari y Kike.