CXXXIX (08/01/08) Puerto Montt, CH

Puerto Montt, Chile
Recogemos el coche y nos vamos al Parque Nacional del Alerce Andino. En este parque hay alerces centenarios y algunos, incluso, de más de 3000 años. Para poder ver estos últimos es necesario pasar una noche de acampada. Nosotros, otra vez por falta de equipo y de información, nos quedamos sin verlos. Hicimos una caminata y vimos algunos ejemplares de 800 años. Caminamos unas 5 horas y mi pie al final estaba muy dolorido. El día anterior había llovido mucho y el suelo lleno de hojas y raíces era muy resbaladizo, así que me volví a torcer el tobillo dos o tres veces. El sitio nos recordó mucho a cualquiera de las sendas asturianas, con un bosque espeso húmedo y lluvioso y un olor intenso a tierra mojada. Un paseo muy bonito.
De regreso tomamos la carretera austral hacia La Arena. Un trayecto hermosísimo por la orilla del Seno de Reloncaví, en el Pacífico. Llegamos hasta un pueblo donde se corta la carretera y es necesario tomar un ferry para continuar. Desde el principio del viaje a Luis le hacía ilusión recorrer la carretera austral, por lo menos hicimo un tramo. Queda pendiente un viaje para recorrerla entera.
Volvimos a Puerto Montt, devolvimos el auto y nos fuimos a casa (así nos sentimos en este hotel).
-Ana-

Alerces
El Parque Nacional del Alerce Andino está situado a unos 30 Km. de Puerto Montt en dirección a la cordillera. La zona es montañosa y la lluvia, en cualquier época del año está asegurada. El bosque húmedo ocupa casi la totalidad de la extensión protegida. Por supuesto, hay pastos y casas, pero en general se trata de un parque bastante poco invadido por la mano humana.
La ruta que te permite ver los mejores ejemplares de alerces, de más de 3000 años de edad, es larga y difícil. Aún así nosotros vamos a ir, pero poco a poco hasta donde podamos llegar.
El primer punto de interés es un rodal de alerces de entre cuatrocientos y ochocientos años. El sendero trepa a la ladera para poder contemplar bien los árboles. Un alerce puede llegar a medir unos 50 metros de altura, así que se mejora bastante la perspectiva al subir unos metros. Hay entre diez y quince ejemplares, todos ellos con esbeltos en extremo, con algunas ramas esparcidas en la parte superior de su tronco, bastante asimétricas. La capa externa de la corteza suele caerse con el tiempo y queda al aire la madera, muy especial, con visos anaranjados sobre una base de mil marrones diferentes; fibras longitudinales y un tacto cálido y casi acolchado y un sonido opaco, absorbente, ante los golpes.
Vemos también un par de ejemplares, al regresar al puesto de control, de más de 2000 años. Están muertos, como debe estarlo cualquier cosa después de veinte siglos de vida, día tras día. Su corteza es gris casi blanco y su tacto es duro y suave. El centro del tronco se ha podrido y ha desaparecido, pero las raíces permanecen agarradas a la tierra con una fuerza innecesaria.
-Luis-